Hay veces que el calor no importa. Podés estar sudando sin parar pero no te molesta. La remera pegada a la espalda y el pelo fronterizo a la cara húmedo.
Armás un cigarrillo y de solo sacar el tabaco del paquete ya tenés dos gotas nuevas: una en la mejilla izquierda y la otra en la frente. Aspirás más calor y apoyás el codo en la rodilla pero el contacto no es firme, resbala.
El brazo te brilla y, si llegan a pasar por ahí, las cenizas se quedarán adheridas. Lo último que deseás es que te toquen, al menos no tímidamente ni tampoco por accidente. Si lo van a hacer que sea de una forma poco sutil.
Al sudor en brazos y espalda le encontrás cierto gustito, como si el sauna valiera realmente la pena. Como si te estuvieras limpiando.
Peter Bjorn And John - Amsterdam Indian Jewelry - Eva Cherie Orange Blossom Flyover - Someone Like You No Joy - Lunar Phobia The Radio Dept. - Against The Tide Atlas Sound - Quick Canal
The Raveonettes - Wine Beach House - Irene The Megaphonic Thrift - Mad Mary Young Prisms - Better Days Wild Nothing - Midnight Song My Bloody Valentine - New You
Con la improvisación y la actitud lúdica como principales motores de su
música, los Michael Mike vienen desconcertando y
asombrando con discos inclasificables que cambian de estilo, de género, hasta
de estado de ánimo. Y si Nena o Neno de 2009 los ponía cerca de las
canciones destinadas a la pista de baile, la fiesta parece haberse aplacado en
el recién salido Música
negra, un álbum otoñal y, como siempre, inesperado.
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Rap, electrónica, pop, rock, folk. En una industria que necesita las
etiquetas como el agua para guardar sus productos en un frasco y ponerles un
moño, las bandas como Michael Mike son, tal vez, las más incómodas. Desde sus
comienzos, los seis integrantes del grupo nunca se quedaron quietos. Distintos
proyectos, bandas y ramificaciones los fueron llevando de un lado al otro; un
poco arrastrados por el viento y otro tanto por la inquietud y la
disconformidad de quedar parados en la misma baldosa. Las rutas de cada uno de
ellos se cruzan, superponen y yuxtaponen como en un entramado de subtes.
Desde el nacimiento de la banda (en febrero de 2005, en una sala de
ensayo en Saavedra), el camino hasta Música
negra, su reciente disco, fue alternando entre distintos estilos, géneros y
estados de ánimo. Desde chicos, Tomás Gaggero y Marcos Orellana vienen dándole
a todo instrumento que ose ponerse adelante. Compañeros de colegio y hoy casi
hermanos, ambos disfrutaban de tocar en los actos e improvisar temas en
cualquier lugar donde los dejaran. Ese “juntarse a boludear” lo llevaron –ya
sin pedir permiso– a lo largo de sus primeras bandas (Roberto Seguiño y
Proyecto Tambor, hoy disueltas) y después a –por orden de aparición– Michael
Mike y Onda Vaga, sus dos bandas actuales. Ninguno recuerda el momento exacto
del bautismo del grupo, pero rescatan la improvisación y lo lúdico como un
constante alimento de Michael Mike: “Siempre
fue algo bastante distendido, por momentos demasiado”, dice Tomás. De esa
manera surgieron los dos primeros trabajos de la banda. Con la premisa de
grabar un disco, se internaron un mes en una quinta y, mientras hacían Ama tu ritmo (editado en 2007), en el
cuarto de abajo de la casa bocetaban temas y bases de forma casera en una
suerte de sala de juegos. Así quedó Delen!
(2006), también titulado “El disco de abajo”, que pasó de ser el lado B de Ama tu ritmo a convertirse en el debut
del sexteto.
Sin una estrategia, un plan o una pretensión clara fue también como el
sonido de Michael Mike se fue desarrollando. Sus canciones pueden saltar de un
folk moderno al mejor estilo Beck hasta un rap a coro à la Beastie Boys,
pasando por un rock furioso como el de Los Brujos o un pop cargado y casi
ochentoso. “No sé bien qué hacemos
–confiesa Marcos–. Canciones con muchos
sintetizadores.”
Ese colchón de sintetizadores donde descansa la música de Michael Mike es
su rasgo más característico y el punto en común de todo lo que hicieron.
Marcos: “Eran los nuevos chiches que
veníamos adquiriendo y los queríamos usar”. Nena o Neno (2009) subió la apuesta y las revoluciones hasta la
pista de baile de la mano de hits saltarines como “Lo que a vos el amor”, “JTS”
o “Edding”, y terminó de consolidarlos como banda gracias a una seguidilla de
shows en vivo que se transformaban en verdaderas fiestas. Algunos de esos
recitales presentaron la variante de sumar un par de invitados y tocar con su
Orquesta de Sintetizadores.
El paso siguiente del sexteto que completan Julián Srabstein (ex
integrante de Doris), Jean Deon, Guido Coto y Pedro Lombardi era una incógnita
que no parece haberlos preocupado. Así como alguna vez partieron del nombre
“Artimañas del rap” para un próximo disco, la corriente los terminó llevando
para otro lado. “Estamos acostumbrados a
ir al estudio sin nada”, dice Tomás. Con las facilidades y el relajo de
usar un estudio propio –MUDT (Música de Toilette)– como aquel cuarto de abajo
que fue Delen!, los Michael Mike
continuaron por la senda de la espontaneidad sin ponerse detallistas a la hora
de dar por terminada una canción: “Si ya
está buena, queda así”. Así también fue como el cuarto disco, Música negra, salió de la sala de parto.
El cuarto trabajo de MM baja los decibeles para convertirse en el disco
más uniforme de la historia del grupo. Desobedeciendo a las expectativas
generadas alrededor del LP anterior, donde el rap y el baile parecía cercano a
encorsetarlos, Música negra sigue
esquivando los rótulos y ofrece las canciones más “serias” de la banda. Con un
reconocido intento por bajar un cambio con respecto a Nena o Neno, acá no es fácil encontrar un clásico. La fiesta, esta
vez, parece ir en slow motion; avanzando a un ritmo lánguido y envuelto en un
clima más introspectivo, el nuevo disco de Michael Mike suena más ajustado que
nunca, pero fiel a la única etiqueta que siempre los distinguió: ninguna.
Parece una fija, las bandas independientes tienen que sortear alguna
crisis cuando se acerca el momento de cumplir una década de carrera. The
Rapture tocó el cielo con las manos con el hit “House
Of The Jelous Lovers” y luego, sello grande mediante, sacaron Pieces Of The People We Love, con el que dieron la vuelta al
mundo. Después vinieron las tormentas, de las que Luke
Jenner, su cantante, no estuvo exento. Fue padre, perdió a su madre y casi deja
el grupo. El conflicto derivó en la salida de Matt Safer (el bajista) y el
ahora trío empezó a armar In The Grace Of Your Love, disco que editaron el año
pasado y vienen a presentar a Buenos Aires. Antes de llegar al país, el líder
de The Rapture levantó el teléfono en un hotel de Colombia para hablar de todo
esto.
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Ya pasaron más de diez años desde
empezaron la banda. ¿Qué recuerdos tenés de esos primeros años?
Era muy aterrador para mí, siempre quise ser cantante de una banda. En
ese momento estaba en dos distintas: en una me encargaba en los teclados y en
la otra solo tocaba la guitarra. Tenía mucho miedo de cantar, no creía ser lo
suficientemente bueno. Yo quería cantar, quería escribir canciones y que las
cosas fueran de la manera que a mi me parecía mejor hacerlas. No sabía qué
podía pasar.
Mi mejor amigo en todo el mundo es Vito Roccoforte, lo conozco desde los
nueve años… Más allá de que es un excelente baterista, yo sabía que el siempre
iba a bancarme, incluso si lo que yo hiciese fuera un desastre.
Hoy en día parece difícil para muchas
bandas mantenerse juntos. Hace poco Matt Safer dejó The Rapture y vos hablás de
Vito Roccoforte como tu mejor amigo y con quien armaste The Rapture. ¿Qué
implica para una grupo hoy seguir unidos, grabar discos y tocar juntos tantos
años?
Creo que lo fundamental es la comunicación. Seguimos juntos cuando nos
comunicábamos más y cuando nos comunicamos menos también, pero cuando llega el
día en que ya no te comunicás… Y también creo que… (piensa) Matty quería ser el
principal, el líder, y esta es mi banda, yo empecé el grupo. El quería ser la
persona a la que todos le prestarían atención, y la tuvo. Pero hay que tener
claro los roles de cada uno.
Para este último disco volvieron a DFA.
Parece que las grandes compañías no son algo muy saludable para la mayoría de
los grupos independientes…
Las bandas indies están dentro de una comunidad, si las sacás de ese
entorno… se mueren (risas). Un grupo
independiente se maneja con el DIY (Do It Yourself), vos venís a mi estudio y
yo te ayudo con tus cosas, yo voy al tuyo y vos hacés lo mismo. Es una
comunidad, y los grandes sellos no lo son. Es como trabajar en Starbucks o
Coca-Cola, son empresas. Pasás de estar tranquilo, sin obligaciones, a estar
pendiente del tiempo: de repente te señalan y te dicen “no estás haciendo bien
tu trabajo”. ¡¿De qué estás hablando?! ¡¿Qué quiere decir que tengo que cumplir
un horario?! ¡Yo no trabajo para vos!
En estos años que pasaron entre Pieces Of The People We Love y In The Grace Of Your Love pasaron muchas
cosas en tu vida: te convertiste en padre, perdiste a tu madre y casi dejás la
banda. ¿Cómo sentís que eso repercutió en el disco?
Yo estaba viviendo todas mis fantasías adolescentes y pensé que había
alcanzado todas mis metas. Sin embargo, eso no me hacía feliz sino todo lo
contrario. Cuando era chico crecí en una casa que no era muy agradable, no era
una familia ni tampoco un ambiente amoroso. Yo estuve todo el tiempo tratando
de demostrarme a mí mismo que era querible. Pensaba que el hecho de estar en
una banda, ser el cantante y ser capaz de pararme en un escenario frente a
miles de personas, de alguna manera, iba a transformarme en alguien mejor. Pero
no funcionó. Tuve que aprender a convertirme en una persona, porque la
felicidad no está en la plata ni en esas cosas. Es obvio cuando lo decís en voz
alta. Quiero decir, eso también trae felicidad. Es fantástico que a la gente le
guste tu música y toques para un montón de gente, pero no es suficiente para
una vida. No es algo que te “alimente” por siempre. Necesitaba algo más que
eso. Tuve que aprender a ser padre y esposo, cosas que no tenía idea como
hacer. Tenía que dejar de lado el dolor de mi infancia… Todavía estoy
trabajando en eso, y la cosa está mejorando.
Creo que con este disco quise hacer algo positivo, como una declaración
de libertad y disculpas más que ninguna otra cosa. Quería hacer algo que fuera
libre, una especie de obra de arte liberadora.
En varias entrevistas decís que el hecho
de ser líder de una banda de rock es algo insignificante al lado de ser padre.
¿En algún momento te sentiste “perdido” en ese personaje del rockero?
Si, estuve totalmente perdido y empecé a pensar que todo lo que leía
sobre mi era cierto. Me levantaba a la mañana y decía “Soy un estrella de rock.
Soy cool” (risas). Ya no lo hago más.
Es muy seductor. Ser famoso es increíblemente seductor y, aunque no quieras,
empezás a creértela. Cuando estás en un sello grande, a ellos solo les importa
la plata. No les importa en absoluto si sos padre, amigo de otras bandas, si
estás feliz o deprimido, solo quieren hacer plata. Volver a DFA fue como volver
a mi comunidad, al lugar donde nací y donde crecí. Fue como volver a casa.
Ya estuvieron en Buenos Aires hace unos
años. ¿Qué te acordás de aquel show y de tu estadía en nuestro país?
Buenos Aires es una linda ciudad, una de las más lindas del mundo. Hemos
ido a ciudades como Moscú y el jetlag es terrible… Siempre me gusta ir a
Sudamérica. No hay mucha diferencia horaria con San Diego, de donde yo soy.
Aparte, al tener familiares mexicanos me siento muy conectado con Latinoamérica.
Buenos Aires es muy agradable, casi tengo una sobredosis de carne. Es lo que se
hace en tu país, te comés cada parte de la vaca (risas). Lo que me acuerdo fue el momento en el que unas chicas de
quince años aparecieron con un cartel que nos habían hecho: decía “We love you”
y cada letra era de un color diferente. Cuando estábamos grabando y escribiendo
canciones para el disco tenía el cartel pegado en la pared, al lado de mi
guitarra.
¿Qué diferencias habrá entre ese show de
hace unos años y el que darán esta vez?
No sé… Creo que ahora estamos más felices. Éramos felices aquella vez
pero me parece que Matt quería irse hace un tiempo para hacer la suya. Tal vez
quería esperar y no se sentía con la fuerza suficiente para llevarlo a cabo en
ese momento. El venía a los ensayos y no hablaba con nadie. Le preguntábamos
cómo estaba y decía “estoy bien”. En ese momento la banda era menos libre.
Yo lo disfruto ahora más que nunca. Al principio también lo hacía, me
apasionaba y lo hacía para probarme a mí mismo, y estaba bien. Ahora no tengo
que demostrar nada, ya sobrepasé mis expectativas. Nunca pensé que alguna vez
estaría tocando en Buenos Aires. Eso es asombroso. Nunca imaginé que alguien
quisiera que vaya a tocar ahí. Estoy súper agradecido por cada día que pasa y
cada show, la paso realmente bien.
Después de pasear por la Patagonia filmando Separado!, documental que estrenó en el BAFICI 2011, el cantante de los Super Furry Animals toca por primera vez en Buenos Aires para presentar Hotel Shampoo, su último trabajo solista.
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Hay tipos a los cuales resulta muy difícil seguirles el rastro, ya sea porque sus discos no suelen llegar a las bateas locales o porque no paran de hacer cosas y hay que estar atentos a cada paso que dan. Gruff Rhys da el perfil. Este galés, que ya pasó los cuarenta años, viene haciendo música en su país natal con bandas como Emily (tocaba la batería) o Ffa Coffi Pawb, con quienes editó un disco cuando apenas tenía dieciocho años. Después armó Super Furry Animals y empezó a cantar en inglés. “Mientras crecía, escuchaba pop americano y también punk rock, pero siempre escuché la música tradicional galesa. Cantaba en galés porque es mi primera lengua, para mi es más personal. Pero estoy obsesionado con la cultura pop, así que uso el inglés”, cuenta un relajado Rhys desde su casa.
Así como se complica seguirle el paso, también es difícil encasillarlo musicalmente. Aparte de los Super Furry Animals, con quienes grabó una decena de discos, el hombre supo colaborar con muchos y diversos artistas como Gorillaz, Simian Mobile Disco, Mogwai, Danger Mouse y Boom Bip, con quien hizo un disco bajo el nombre de Neon Neon. En 2005 arrancó una carrera solista que cuenta ya con tres álbumes. Rhys: “Yo escribo canciones. A veces las toco de manera muy despojada, sólo con un instrumento. Cuando toco solo trato de hacer los temas lo más simple posible, grabo muy rápido y no me preocupo tanto por la producción. Con los Super Furry Animals nos tomamos más tiempo en el estudio”.
Entre tanto movimiento, el galés llega para tocar por primera vez en nuestro país, al menos de manera “oficial”. Quienes tuvieron la suerte de ver su película Separado! en el último BAFICI, sabrán que la Argentina no es un lugar nuevo para Gruff (pronúnciese “Griff”). El documental muestra su odisea por la Patagonia buscando a parte de su familia afincada en la zona, especialmente a su tío músico: René Griffiths. Lamentablemente, la visita no incluyó conciertos, a pesar del deseo de Rhys: “No pude arreglar para dar un concierto en Buenos Aires, así que me quedé comprando unos discos y después me fui para el sur”.
El próximo viernes, entonces, será el debut y presentación de su último disco: Hotel Shampoo. “Cuando viajo solo aprovecho para tocar los temas de mis discos, no me parece justo hacer las canciones de los Super Furry sin los otros chicos de la banda”. Un show que promete ser íntimo e imprevisible: “Voy a estar con mi guitarra, algunas máquinas, samplers y un tocadiscos. Me acompañará un soundman que va a mezclar las cosas en el momento. Solo nosotros dos. Nada está planeado de antemano, puedo cambiar el show sobre la marcha. Depende de lo que surja en el momento”.