domingo, 29 de diciembre de 2013

Dos gotas

Hay veces que el calor no importa. Podés estar sudando sin parar pero no te molesta. La remera pegada a la espalda y el pelo fronterizo a la cara húmedo.
Armás un cigarrillo y de solo sacar el tabaco del paquete ya tenés dos gotas nuevas: una en la mejilla izquierda y la otra en la frente. Aspirás más calor y apoyás el codo en la rodilla pero el contacto no es firme, resbala.
El brazo te brilla y, si llegan a pasar por ahí, las cenizas se quedarán adheridas. Lo último que deseás es que te toquen, al menos no tímidamente ni tampoco por accidente. Si lo van a hacer que sea de una forma poco sutil.
Al sudor en brazos y espalda le encontrás cierto gustito, como si el sauna valiera realmente la pena. Como si te estuvieras limpiando.

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